Sucede cada enero. Corro al buzón con anticipación todos los días. Nada. Entonces un día está ahí, mi primer catálogo de semillas del nuevo año.
Para mí, ese primer catálogo siempre ha sido un presagio de la primavera, una promesa de que la tierra volverá a descongelarse y la vida se renovará.
No me malinterpreten, no soy un fanático del invierno, me encanta esta temporada helada. No hay un espectáculo más bonito que una mañana inmaculada después de una nueva nevada. Me encanta el placer puro de construir un muñeco de nieve y la alegría eufórica de correr cuesta abajo en un trineo. También es un momento de tranquilidad para renovar las relaciones, leer un libro y reflexionar. Pero, hacia fines de enero, hay más días nublados que soleados, las temperaturas son más negativas que positivas y el encanto parece desvanecerse.
Luego, esas imágenes coloridas en los catálogos de semillas me tientan con la promesa de productos frescos nuevamente. Es muy divertido ver todas las nuevas variedades y también ver los viejos y verdaderos productos básicos en una página tras otra. No soy tan ingenuo como para pensar que lo que planto se verá como los deliciosos productos que muestran los catálogos de semillas. Aún así, recuerdo la maravillosa sensación de cavar en la tierra y la pura maravilla de plantar una pequeña semilla y verla crecer hasta convertirse en una planta madura que producirá abundantes frutos.
Aún más tranquilizador en los últimos años ha sido el resurgimiento de las semillas tradicionales. No todo el mundo está de acuerdo en qué es exactamente una reliquia familiar. Algunos dicen que es una variedad de semilla que se ha cultivado durante un cierto número de años, mientras que otros insisten en que es una variedad que se ha transmitido de un miembro de la familia a otro durante generaciones. Los híbridos, por otro lado, tienen su lugar cuando los cultivadores tienen que preocuparse por sacar el máximo partido. Mediante la polinización cruzada, los híbridos ofrecen mejor rendimiento, mejor color y más resistencia a las enfermedades.
Aunque no siempre son tan prácticos como los híbridos, me gusta la idea de las semillas tradicionales porque cada una que plantamos preserva un poco del pasado y protege nuestra herencia. Quién sabe cuándo surgirá un nuevo uso, quizás medicinal, para una variedad en particular. Una vez que se permite que una de estas cepas desaparezca, desaparecerá para siempre. Qué vergüenza sería eso.
Cada año, también, el aventurero que hay en mí me impulsa a probar algo totalmente nuevo de esos catálogos de semillas. Un año fue maní. No es una buena elección. Un año fueron los cushaws (frutas de aspecto inusual que se suponía que sabían a calabaza). No lo hizo. ¿Por qué no sembré simplemente calabazas?
Bueno, el viento sigue aullando, la nieve sigue llegando y la temperatura sigue siendo de un solo dígito. Pero, mi espíritu se aligera con cada catálogo de semillas que hojeo. Creo que me apegaré a lo básico este año, excepto por un nuevo producto que me llama la atención:Captain Jack's Dead Bug Brew. ¿Qué opinas?