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Una forma concreta de ver cómo afectará el cambio climático a la agricultura

El estudio se enfoca en una métrica llamada "días de trabajo de campo", una frase que a veces aparece como "días de trabajo de campo" o "días de campo", pero esencialmente siempre se refiere a qué días se pueden usar para plantar, labrar, monitorear y cosechar cultivos. Mediante el uso de datos climáticos anteriores, los investigadores han extrapolado tres escenarios diferentes para el próximo siglo, que van desde un cambio climático leve a severo.

Dada su ubicación, el estudio se limitó a Illinois, y sus predicciones indican que el calendario agrícola del estado cambiará drásticamente en las próximas décadas:las proyecciones indican que los veranos serán más calurosos y secos, y las primaveras más cálidas y húmedas.

Se prevé que los meses de primavera de abril y mayo, que es cuando los agricultores actuales siembran sus cultivos, sean demasiado húmedos para permitir la siembra. Aunque suene raro, demasiada lluvia puede ser un problema grave para la siembra. Sin raíces, las semillas se pueden lavar y, lo que es peor, pueden desarrollar todo tipo de problemas de hongos y bacterias que aman la humedad.

¿El resultado? Es probable que los agricultores tengan que sembrar antes. Si bien pocos agricultores de Illinois intentarían sembrar en marzo hoy debido a la probabilidad de tormentas invernales tardías, esa puede ser la única opción en el futuro. Sembrar más tarde es imposible:el exceso de calor y la sequía pueden tener efectos muy perjudiciales en el rendimiento del maíz a través de un proceso llamado "aborto del grano" (esos granos no son buenos para los agricultores), lo que puede arruinar hasta la mitad de una cosecha. (Si alguna vez abrió una mazorca de maíz y descubrió que todos o algunos de los granos están arrugados y pálidos, ha visto el aborto del grano).

El estudio sugiere algunas formas posibles de lidiar con el cambio en los días de trabajo de campo. Los agricultores podrían optar por variedades con ciclos de maduración más largos que puedan tolerar la sequía, o ir a corto plazo y tratar de obtener una variedad de maduración rápida que se pueda cosechar antes de que comience la sequía de verano. (Ambas estrategias tienen debilidades; la primera depende de la polinización ocurriendo antes de la sequía, lo que podría no ocurrir, y esta última podría producir rendimientos menores).

En su conjunto, el estudio indica que grandes cambios nos obligarán a repensar por completo la forma en que plantamos y cosechamos los cultivos. Aprender tanto como sea posible sobre cómo lidiar con estos cambios puede ser la única forma de evitar una catástrofe.


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