La mayoría de los que hemos asistido a un taller de pastoreo oa un día de campo hemos recibido como regalo un palo de pastoreo. Supongo, y no tendría miedo de hacer apuestas, que la mayoría de esos palos que rozan terminan detrás del asiento de la camioneta de alguien o tirados en la esquina de la oficina o en la sala de alimentación. Después de algunos años de observar las operaciones ganaderas en nuestro estado y pasar horas hablando con los productores, es obvio que si se pusiera en práctica